No quedaban rastros de alegría en su mirada. Se acostaba con un nudo en la garganta y se despertaba de mal humor. Desayunaba recuerdos rotos, se lavaba la cara con lágrimas y caminaba 3 o 4 cuadras de silencios, para ir al colegio. Muchas veces conectaba sus auriculares a su celular, y escuchaba canciones que la hacían llorar. Sus amigas la miraban a los ojos con cierta pena, no eran tontas, se daban cuenta de que algo no iba bien; pero no le podían preguntar qué pasaba... ella era tan cerrada.
Inimaginable el grado de dolor que poseía, e incontable las veces que deseó morir.